Interioridad AutoConsciencia

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EL TIEMPO VIVO
Y
LA INTEGRACIÓN
DE
LA VIDA


-MAURICE NICOLL-
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Reflexionemos un instante acerca de nuestras nociones ordinarias de eternidad.  Los términos 'eterno' y 'eternidad' yacen aunados en nosotros debido a nuestra psicología temporal. Ya que todo cuanto entendemos naturalmente lo entendemos en términos de nuestro tiempo y espacio, no podemos menos que imaginar que eternidad significa eternidad del tiempo, una vasta cantidad de tiempo, un tiempo que sigue y sigue (en línea recta) más allá de todo cálculo, —'por siempre jamás'. Y hasta es posible que pensemos que la vida eterna es únicamente algo que continúa en la muerte, una perpetuación de sí en un tiempo sin fin. 
Descargamos esta manera de pensar, este nivel de la mente, sobre nuestras nociones de la eternidad en la misma forma en que lo hacemos sobre las nociones de las cosas del espacio y del tiempo. El pensamiento antiguo consideraba que tiempo y eternidad son inconmensurables, que están inalienablemente separados. (Platón habla acerca de la inconmensurabilidad de las dimensiones). 
Pertenecen a niveles completamente diferentes en la escala de realidad que es el verdadero Universo, o sea, a diferentes dimensiones. Todo lo que tiene que ver con la eternidad, con la vida eterna, el alma o el mundo en la eternidad, se colocaba en contraste con todo cuanto pertenece al tiempo, a la vida temporal, al fluir del mundo como nosotros le conocemos, como también con nuestros pensamientos corrientes y la vida emocional que hay en ellos, en cuanto no han sido tocados por el sentido de un significado más intenso.  Se conectaba la eternidad con el mundo del ser; el tiempo con el mundo del devenir, en el que 'nada verdaderamente es'. (Timeo, 27).  En el tiempo 'nada es, sino que todas las cosas devienen', (Teeteto, 152).  No podemos mantenernos asidos a cosa o persona alguna en el tiempo porque lo que ello, o él, o ella realmente son, no está ahí, no está en el tiempo.  Todas las cosas están siempre cambiando en el tiempo; algunas cambian lentamente, como el contorno de las montañas, otras más velozmente, como nuestros cuerpos; algunas muy velozmente, como una casa en llamas.  El tiempo es cambio en toda clase de diferentes escalas; y el mundo fenomenal está hecho de este continuo cambio, a diferentes velocidades; es un continuo cambio de todo, como un reloj lleno de ruedas. 
Por fuera existe esta corriente del devenir, pero por dentro una corriente de pensamientos y de sentimientos siempre mudables, una sucesión de diferentes 'yo', de pequeños fragmentos de nosotros mismos, un mundo de devenir en el que nada es, en el que nada poseemos y en el que tampoco nos poseemos a nosotros mismos.  Y pensamos acerca de todo este cambio en el tiempo como progreso; y no solamente abrigamos esta extraordinaria y absurda ilusión, sino que también imaginamos que la estabilidad, que es nuestro secreto anhelo, puede buscarse en esta tremenda maquinaria del cambio, en el girar de las ruedas de este enorme reloj.  Pero sabemos que aquello que es estable siempre se colocó fuera del tiempo.  Siempre se ha dicho que en el hombre hay algo que yace tras de su 'psicología del tiempo', alguna posibilidad precisa de ser que suele llamarse 'eternidad' o vida eterna. Eclesiastés dice que aun cuando las cosas están bajo el gobierno del tiempo en el mundo visible, y aun cuando el hombre están bajo el dominio del tiempo, 'aun el mundo dio en su corazón'. (III-11).  La palabra que se emplea es olean —que en las versiones corrientes se tradujo sencillamente por mundo— y que significa el macrocosmos.  Es decir que la aprehensión del espacio superior es una posibilidad en el hombre.  Y es solamente natural para el pensamiento de aquella época que Eclesiastés, tras hablar acerca de aquel orden de realidad que corresponde al tiempo que pasa, se refiriese también a otro orden que está fuera del tiempo.  Dice que el corazón del hombre puede comprender la realidad superior —hasta cierto punto. Por lo tanto, la verdadera distinción entre el tiempo y la eternidad es cualitativa, y, por lo mismo, tiene que yacer en el reino de la experiencia psicológica. Si se le considera en forma abstracta, ninguna cantidad de tiempo puede producir eternidad, así como por mucho que extendamos una línea no podremos producir un cuadro o un cubo. Si se le considera psicológicamente, ninguna cantidad de experiencia temporal puede constituir un momento de experiencia eterna. 'No se puede definir la eternidad por el tiempo o tener relación alguna a él'. (Spinoza) Debemos librarnos de todas las conexiones que producen asociaciones con el tiempo antes de poder comenzar a entender lo que quiere significar eternidad.  Debemos en especial anular la expresión 'por siempre, jamás'.  Cuando se glorifica a Dios 'por siempre, jamás', se significa la existencia corúa; la imaginación se eleva a otro orden de realidad por encima del tiempo, ('hacia el eon' o 'hacia el eon de los eones). En un orden de dignidad —o escala— Dios es pre-eonio, idea que encontramos mucho antes de que fuese escrito el Nuevo Testamento. También hemos visto que en los escritos Herméticos se da el orden de Dios, Eon y Tiempo. Pero porque en nuestros tiempos, especialmente en los actuales, no tenemos noción alguna de escala, de niveles, el lenguaje que se refiere a la eternidad y el que se refiere al tiempo, están siempre mezclados. 
 Psicológicamente, entonces, la eternidad estaba conectada a un posible estado o condición del hombre, a un estado de plenitud del ser. En términos cosmológicos se refería a una forma perfecta del mundo tras las percepciones del hombre. Volvamos a algunos pensamientos y definiciones: 'Todo cuanto en el 'fue' es una cosa, y en el "será' otra, es algo que deviene, pero que nunca es. Marcha con el tiempo y por ello se le mide en términos de 'llegar a ser'.  
En contraste con este flujo, 'todo lo que es eterno' lo es de una sola vez'. (Proclo).  Esta diferenciación es claramente cualitativa. Karl Barth observa: 'Si yo tengo un sistema, consiste en esto: hasta donde tengo capacidad o habilidad para hacerlo, siempre tengo presente lo que Kierkegaad ha llamado "la infinita distinción cualitativa" entre el Tiempo y la Eternidad, tanto en su significado positivo como negativo'.  Comenta que el hombre se pierde a sí mismo en sí mismo al confundir tiempo y eternidad y por tanto eternidad con tiempo, o sea que intenta lo que no se puede intentar con semejante confusión de pensamiento. (W. G. Hanson, Karl Barth').  Hanson indica que la falta de percepción de la diferencia que hay entre tiempo y eternidad, falta que es, a su vez, debida a la falta de reconocimiento de la escala en el universo, da al hombre la idea de poder llevar a cabo, o de lograr, y esta idea es totalmente falsa.  Cita aquellas líneas, ya casi completamente olvidadas, que dicen: 'mortífera cosa es el hacer; el hacer termina en la muerte', etc.  Hoy, por ejemplo, tenemos la idea de que podemos conquistar la naturaleza.  Psicológicamente, esta totalidad o plenitud que se conecta con la palabra eternidad, es comparable a un estado en el que el hombre 'mora en uno'.   Al comienzo de este capítulo se dijo que la idea de la unidad y el significado de eternidad están conectados.  Las expresiones uno, único, unidad, totalidad, plenitud, están todas relacionadas en este sentido.  Y en contraste con esta idea de uno, todo cuanto pertenece al tiempo se calificó de ser algo que sigue en 'número', o sea que no mora en uno, sino que se escapa hacia el tiempo, a la sucesión, hacia el 2, 3, 4, 5, etc.  La idea de la totalidad, y su significado con relación a la eternidad, se da en una bella descripción por Severino Boecio.  Y la doy acá integra porque a menudo se la mutila atándola en fragmentos.  Boecio fue un senador romano del siglo quinto; estaba preso, condenado a muerte cuando, se dice, escribió sus Consuelos de la Filosofía en los que se incluye este trozo: (el énfasis de las cursivas es obra mía). 'Que Dios es eterno es acuerdo de todo el que posee razón. ¿Qué es, pues, la eternidad?... La eternidad es la posesión completa y simultánea de una vida sin fin en un solo todo.         El significado de esto se hará más claro si comparamos lo eterno a lo temporal.  Todo cuanto vive en el tiempo se mueve hacia adelante, a través del presente, que viene del pasado hacia el futuro; ningún ser situado en el tiempo puede captar la extensión de su vida en conjunto.  Semejante ser aún no ha llegado al mañana; ya ha perdido el ayer; y aún en vuestra vida de hoy día vivís un momento fugaz y transitorio, vez a vez.  Y aquello que yace sujeto a las condiciones de la existencia en el tiempo, aun cuando nunca haya comenzado a ser y nunca cese de ser (como Aristóteles sostenía que era el universo, sin principio y sin fin), no es, sin embargo, por este motivo, algo que pueda derechamente considerarse eterno.  Pues aun cuando su vida sea sin fin, no la capta, ni la abarca en toda su extensión junta; no posee el futuro y ha dejado de poseer el pasado.  Aquello que capta y que posee junto, en un solo todo; aquello que capta el contenido de la vida sin fin; aquello en lo cual nada del futuro está ausente y nada del pasado huido; aquello puede derechamente llamarse eterno.  Semejante ser ha de asirse a si mismo en su propia comprensión; tiene que ser siempre presente en si mismo, y ha de poseer la corriente sin fin del tiempo fugaz como si le fuera presente.  Hay quienes que, al enterarse que Platón afirmó que este Universo no tuvo principio en el tiempo y que nunca tendrá un fin, suponen que ello conduce a pensar que el universo creado es co-eterno con su Creador.  Pero están errados. Una cosa es la travesía en el curso de una vida sin fin (este es el modo de existencia que Platón adscribió al Universo); y otra cosa es contener toda la extensión de la vida sin fin, comprendida en un solo presente; y obvio es que el poder hacer esto es una propiedad peculiar a la mente de Dios. No ha de suponerse que la prioridad de Dios a las cosas creadas es asunto de largura de tiempo; Dios es antes que las cosas, mas bien en virtud de la calidad peculiar de su naturaleza indivisa. 
El movimiento sin fin de las cosas temporales es una imitación de la inmutable presencia de aquella vida que no se mueve.  El mundo temporal, puesto que no puede reproducir adecuadamente el modelo, cae fuera de la inmovilidad hacia el movimiento, y declina de un invisible presente hacia una extensión sin fin del tiempo futuro y del tiempo pasado.  Es incapaz de mantener juntos y en su poder todos los contenidos de su vida; más al no llegar nunca a un fin, parece hacer algún esfuerzo para rivalizar con aquello que no puede comprender dentro de si.  Se aterra al presente que le proporciona el momento fugaz; y semejante presente, siendo una especie de copia del eterno presente, otorga a todos los seres que lo poseen una aparente existencia.  Pero ya que este momentáneo presente no puede permanecer, se apresuró a lo largo del camino infinito del tiempo y así ocurrió que, por su movimiento, hizo continua una vida para cuyo contenido total no tenia el poder de asirla, permaneciendo.  Entonces, si queremos llamar a las cosas por su verdadero nombre, usaremos las palabras de Platón, y diremos que Dios es eterno, pero que el universo es perdurable. Ahora bien, puesto que la manera como el juicio capta sus objetos tiene que estar siempre determinada por su propia naturaleza, y Dios siempre vive en un eterno presente, su conocimiento trasciende todo movimiento del tiempo, y permanece en la invisibilidad de su presente; comprende el pasado y el futuro en toda su infinita extensión, y con su indivisible conocimiento contempla todos los acontecimientos como si estuviesen ocurriendo ahora'. En la eternidad, la fruición total del universo es 'ahora y siempre', y eso es con. Ya hallamos este pensamiento en Averroes.  Y en un capítulo anterior dije que el aspecto del MUNDO que le es manifiesto al físico, es solamente un aspecto. Tal como aparece a los sentidos el mundo es un incesante proceso de cambio en el que la materia asume una forma tras otra, buscando, por así decirlo, una finalidad inalcanzable en el tiempo.  Pero Averroes dice que la realización de todos los anhelos por los que nos esforzamos, y su total fruición, 'ya está lograda'. Esta actualización invisible a los sentidos y que yace más allá del tiempo, se obtiene 'ahora y siempre'. Y ahora y siempre son lo mismo. Asimismo, la fruición de todos los anhelos del hombre, 'está ya ahí'. Esta fruición total del universo y de todo cuanto contiene fue lo que se llamó la plenitud de las cosas. Hay una forma de conciencia que se abre a esta plenitud, una luz de la mente que, tanto Averroes como Eclesiastés dicen, el hombre es capaz de recibir. En el Nuevo Testamento, y en otros escritos. la plenitud de todas las cosas se llama pleroma, aquello que llena, aquello que es una medida completa. Pablo continuamente se refiere a esto. Exhorta a su grey a ser fuerte para aprehender 'cuál sea la anchura. la largura, la profundidad y la altura' de suerte que puedan ser llenos de la plenitud de Dios. En la literatura Hermética, se define el bien como el pleroma de Dios.  Y por contraste, el mal se califica de pequeñez, el aferrase a una cosa. ¿Y no es esto el tiempo? Pablo también habla del pleroma de Dios como aquello que hincha todas las cosas, en todos. ('La plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos'. (Efesios 1-23). En la literatura gnóstica se menciona a menudo la idea de la insuficiencia, (hysterema) en contraste con la plenitud (pleroma) de las cosas. Se considera el mundo material del tiempo como un mundo defectuoso, un mundo de frustraciones, como dice Pablo, en el que nada puede jamás estar bien.  El pleroma yace aparte del mundo material, y se le obtiene sólo internamente.  Nuestra propia insuficiencia es que vivimos únicamente en una fracción de nosotros mismos, en un estrecho Yo, en una angosta visión, en el tiempo, en la creencia de que el mundo material del momento lo es todo.  La perfección de sí, el logro de la unidad, está relacionado a la comprensión de la idea de pleroma, con el henchir que, antes que nada, debe significar sobreponerse a nuestra visión temporal; y de esta suerte podremos entender con mayor claridad por qué el hermetista nos aconseja pensar acerca de la vida como algo vivo en todos los puntos, como un movimiento hacia la 'vida eterna'.  Pero el tiempo —la vida— es únicamente una huella a través de la plenitud de las cosas.

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