Interioridad AutoConsciencia

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EL AMOR DE SÍ

De nada sirve estar en este planeta disciplinario sintiéndose agraviado por todo. Como todos los otros estados negativos el resentimiento es una mala química. Una psicología negativa, que se ajusta a un cuerpo sano, lo envenena. Aquí tenemos que recordar por lo menos dos cosas. La primera es que nuestro ser atrae nuestra vida. En suma, hay algo que anda mal en nuestra manera de tomar las cosas. La otra es que ya que la Creación proviene de la interacción de Tres Fuerzas, una Trinidad compuesta de un poder activo, uno pasivo y otro neutralizante, habrá siempre una fuerza pasiva, segunda o de resistencia que se opone a nosotros en la naturaleza misma de las cosas. Nadie tiene la culpa de ello. Asimismo, es inútil personificar la Segunda Fuerza como el Diablo. Estos dos factores, uno que está dentro, el otro fuera, los ignoramos. No les prestamos atención. Nuestro amor de sí es sordo. Preferimos tomar las cosas personalmente. En el Instituto, si bien nos decían que la Personalidad apenas tenia derecho a existir allí, nadie captaba realmente lo que ello significaba. Me imagino que ni siquiera sabíamos que teníamos una Personalidad de la cual había que apartarse. Toma mucho tiempo darse cuenta de las cosas. No entendía que uno de los significados de esta observación fincaba en no tomar todas las cosas personalmente. Si hubiera conocido y practicado la "ausencia de resentimiento" en lugar de una especie de paciencia tolerante, cansada, que ocultaba mis resentimientos, habría comprendido en la práctica algunas cosas más temprano. En lugar de ello me aplicaba en afeitarme, por más temprano que tuviera que levantarme, porque, claro está, había que guardar las apariencias. No me separaba de la Personalidad, sino todo lo contrario. Este es el peor de los ideales. Me dejaba guiar por retrasos. Diciéndolo de otro modo, me dejaba guiar por mi auto-amor, sin disminuirlo. Además, en aquel tiempo buscaba el Trabajo sobre todo por egoísmo, en la esperanza de llegar a ser un mago dotado de poderes sobrenaturales.
Ahora bien, no me refiero al resentimiento que no se muestra, sino a la práctica de la ausencia de resentimiento, que es una cosa diferente. Ocultar cortésmente el resentimiento no cambia el amor de sí que le es subyacente. Lo hace la práctica de la ausencia de resentimiento. El Trabajo, con todas sus enseñanzas, ideas y diagramas, busca transformar el amor de sí. No es suficiente amarse a uno mismo. Es preciso amar también al Trabajo. ¿Qué diablos es ese amor de sí? ¿A qué se asemeja? ¿Cómo actúa? En rigor es difícil de captar que por ser hombres o mujeres mecánicos es nuestro sostén. Tratemos de encontrar ejemplos, aproximaciones y definiciones. Cabe decir que sus disfraces son infinitos. Es un lobo que se viste de oveja. En si mismo resiente la injuria. Aborrece que se burlen de él. No es capaz de reírse de sí mismo. Le gustaría que cada suceso reflejase el merecimiento de sí y que todos lo admirasen, y en lo posible que se inclinaran ante él. En este último caso se disfraza con la vestidura de la más extremada modestia y es muy humilde. Pero si lo pica algo que ha oído por casualidad, replica con una voz como la de una avispa en un jarro de miel. En el fondo es duro como pedernal, salvo para quienes ensalzan su mérito. Para aquellos que lo hacen suele disfrazarse de bondad, que se convierte en un rostro duro si se lo critica o se comete un error. Cabe tener la seguridad de que haga lo que hiciere el egoísmo siempre tiene en vista su propio interés por más que diga que esto no es así. Edificios públicos, dones muníficos, bibliotecas dadas libremente, benefician a los otros, pero encarecen la reputación del donante, que es su verdadero objeto. Lo que parece ser el motivo, y lo que es en realidad, son dos cosas distintas —exactamente como ocurre con cada uno de nosotros—. Es preciso saber que todo ello está en nosotros mismos.
Un escritor habla del amor de sí o egoísmo con estas palabras: "Acaso hay algo que sea más inquieto en el fondo, más fácilmente provocado, que con más violencia se enfurezca que el amor de sí; y lo es a menudo cuando no es ensalzado según su propia vanidad, o cuando nada sucede, según su placer y deseo." Pues bien, no hay persona que pueda ver directamente su egoísmo. Sólo es posible ver los resultados. El resentimiento, la inquietud, el ser fácilmente provocado o el enfurecerse violentamente, son resultados que por casualidad a veces se observan. Se prefiere ignorarlo; o más bien, el egoísmo no lo permite. Nuevamente, todas las emociones negativas resultan del amor de sí, herido o insatisfecho. Todos sabemos que las emociones negativas nos llevan a la violencia —al hombre prehistórico, a la mujer prehistórica—. Lo que deseamos está del otro lado. Ahora bien, toda transformación del amor de sí significa liberarse de la violencia y así se forma una nueva voluntad que no es la voluntad de sí. La voluntad surge de lo que amamos. El amor de sí y la voluntad de sí son mellizos. Describí en un comentario reciente a un hombre dotado de nueva voluntad a quien conocí más allá del abismo lleno de huesos prehistóricos, más allá de la violencia. No mostraba resentimiento alguno. Su amor de sí debía de haber sido transformado —quizás en amor a Dios - Amor propio en Amor Dei— o amor al prójimo. Pero se puede tener el último sin tener el primero, pues así sucede.
En todo caso, lo que importa es que el amor de sí nos hace a todos desdichados. Todos tenemos esta base, y es inútil mirar con suficiencia a otra persona y decirle "Gracias a Dios no soy tan egoísta" —porque es nuestro amor de sí el que habla otra vez con este disfraz—. El amor de sí, la voluntad de sí, el fariseísmo —tal como "cumplo todos los mandamientos"—, estos tres forman un feo trío. En los Evangelios se habla asimismo de otra rectitud, y también en el Trabajo. No tiene nada que ver con la rectitud de la Falsa Personalidad, con el merecimiento, con la reputación, con las apariencias exteriores, con el público —los cuales todos tienen que ver con el amor de sí. ¿No se han dado cuenta todavía que una persona puede ser buena y decir la verdad y practicar la sinceridad y comportarse con justicia y hacerlo todo por el amor de sí, todo por amor a la reputación, a las apariencias, los honores o el provecho, y esa persona dentro de sí nada quiere de bueno y no piensa en absoluto en la verdad? Es la persona en sí misma lo que el Trabajo busca cambiar. Ese hombre interior, ese hombre escondido es el sujeto de la transformación, de tal modo que si se eliminasen todos los temores sociales y la policía, todas las restricciones, no se precipitaría hacia todas las clases de mal que provienen del amor de sí.
Ahora bien, la educación-vida es, o debiera ser, una educación de amor de sí. Se obtienen premios. ¿Por qué otra cosa trabajan los maestros de escuela? Es al mismo tiempo deseable y necesaria. Es preferible estar entre gentes que tienen un amor de sí educado, que entre palurdos. Pero, hablando paradójicamente, si bien es deseable y necesario, es un obstáculo en el camino del Trabajo. El Trabajo no encuentra lugar donde entrar y la percepción interior de su verdad no es nunca experimentada. Si otro le otorga fuerza, suele penetrar en una persona, pero el amor de sí subyacente seguirá expulsándolo y el Mayordomo Delegado no se podrá formar. El Mayordomo Delegado se opone al amor de sí. El mismo Mayordomo lucha contra él.
Ahora bien, una manera de atacar el amor de sí es la auto-observación. Se puede reparar en una o dos estúpidas invenciones del amor de sí acerca de uno mismo. Son llevadas gradualmente a la luz de la conciencia. La observación de sí deja penetrar la luz. La luz ilumina la ridiculez. Uno se ríe de sí mismo y así hiere al egoísmo. Es dar un gran paso hacia adelante por capaz de reírse sinceramente del propio amor de sí. Lo que es consciente —esto es, la luz— se encuentra con lo que operaba inconscientemente, en las tinieblas. Lo blanco y lo negro se encuentran, aunque sea por breve instante. Pero cada vez que esto ocurre, el amor de sí se ve disminuido, y la conciencia se acrecienta a sus expensas. Es maravilloso tener una vislumbre del propio egoísmo y ser capaz de reír. Se pierde cada vez más el antiguo sentimiento, altamente explosivo y demasiado sensitivo, del "Yo". Esto quiere decir que se logra un mayor equilibrio. Significa mayor suavidad. Se puede observar durante un largo período un claro aspecto del amor de sí y lograr así una fotografía de tamaño natural en nuestro Cuerpo-Tiempo. Pero ya nos hemos referido a este particular. Una palabra más. El amor de sí no transformado, como lo señalé, impide cambio alguno en el nivel del ser.
En una de sus Epístolas, Pablo habla de las dificultades que encontraba en la gente de los grupos que no se preocupaban en absoluto de lo que les estaba enseñando, pero que acudían por otras razones. Dice "porque todos buscan lo suyo propio" (Filipenses, II, 21). En otro lugar (II Timoteo, iii, 7) donde habla de los "amantes de sí" (φιλαυτοι), dice que están "siempre aprendiendo y nunca capaces de llegar al conocimiento de la verdad". Quiere decir que al tener sólo amor de sí y no amor por su enseñanza no pueden elevar su nivel suficientemente como para percibir internamente la verdad de lo que enseñaba, y conocerla por sí mismos.

Maurice Nicoll

1 comentario:

  1. Gracias !!!!! Gracias !!! Gracias !!!
    Que bueno..
    Beso Gabi

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